Las recientes explosiones en la zona portuaria de Beirut, se suman a el caos político y económico que vive el país.

Este martes dos explosiones sacudieron la capital de Líbano, dejando grandes pérdidas además dejando destruida parte del centro de Beirut y su zona portuaria, algo fatídico para la situación del país, teniendo en cuenta la fuerte crisis económica que ha venido atravesando hace varios años. La recesión a causa del covid-19, trajo consigo el desplome acelerado de la libra libanesa, ligado a una imparable inflación que deja como resultado, la clausura de múltiples negocios, miles de desempleados y diversas protestas por parte de los ciudadanos que exigen reformas e incluso la caída absoluta de la élite política a la cual culpan de malgastar el dinero del estado.

Actualmente el estado libanés, cuenta con una deuda pública situada en el 170% del Producto Interno Bruto, sin duda una de las más altas a nivel mundial, adicionalmente las negociaciones para obtener ayuda financiera por parte del Fondo Monetario Internacional se encuentran en pausa desde mayo del año en curso. Teniendo en cuenta los eventos nombrados anteriormente, cabe resaltar que la pobreza en este territorio ha ido en aumento, registrando casi a la mitad de la población en dicho índice, según datos del Banco Mundial. La falta de capital y el incremento  de  los productos de la canasta familiar de al menos en un 60%, empeoran el panorama del país.