Cuando los que vivimos en la costa del caribe colombiano escuchamos la palabra “carnaval” o “carnavales” nos transportamos a una fiesta; una fiesta donde todo es alegría sin importar qué, y claramente todo lo que esta implica, como alcohol en algunas situaciones, maicena (literalmente maicena) y espuma que nunca faltan en dichas fiestas.

El origen del carnaval en Colombia se sitúa en Santa Marta. Todos los estudios realizados sobre este arrojan que iniciaron en la capital del Magdalena donde se dio espacio a los primeros actos y bailes. El carnaval en sus inicios tenía un tinte festivo–religioso. Su tradición trae el arraigo de la iglesia católica que se combinaban con las fiestas paganas de aquella época. Su punto de inicio se da en el siglo XVI y XVII donde se expandió a todos los municipios aledaños de Santa Marta.

Fue hasta 1876 que el Carnaval de Barranquilla se festejó de manera oficial, pero no se puede pasar por alto que se festejaba desde el siglo XVIII en todos los lugares de la Costa Caribe. El Carnaval ha tomado fuerza a lo largo de los años y sobre todo el apoyo de directivas y gobiernos en la ciudad de Barranquilla, por lo cual, la fiesta principal se lleva a cabo allí.

Esta fiesta, que por cierto es patrimonio inmaterial y cultural de la humanidad, da inició con la celebración de La Lectura del Bando en el mes de enero. Ya se cumple un año de la última edición, y para estas fechas cuando gracias al coronavirus el Carnaval 2021 se celebra virtual, recuerdo cómo tuve que vivir La lectura de Bando 2020.

El 18 de enero del 2020 me encontraba en la ciudad de Barranquilla con mi mamá, una amiga suya y mi novio. Eran alrededor de las cuatro de la tarde y decidimos dirigirnos a buscar las entradas, pues las habíamos adquirido virtualmente. Cuando nos atendieron solicitaron documentos del comprador, documentos con los que no contábamos puesto que la compra fue realizada a nombre de mi suegra y ella se encontraba en la ciudad de Santa Marta. Claramente aquí iniciaron todos los problemas.

Quiero mencionar que mientras esperábamos a ser auxiliados, se hicieron las seis de la tarde, el evento iniciaba a las seis y lo ideal era estar antes de esta la hora para adquirir el mejor puesto y poder apreciar el show. Asistimos al lugar aproximadamente a las siete de la noche motivados por la esperanza de entrar y no perdernos un espectáculo que prometía mucho.

Hicimos un recorrido obligatorio para ingresar al lugar, recorrido en el que había por lo menos cuatro estaciones, en las cuales los encargados de requisar nos hacían gestos de desaprobación en cuanto al fallo de las boletas.

Cuando llegamos a la estación principal de la fila o al último filtro de la entrada, el grupo de Staff nos informó que no podíamos entrar al lugar del acontecimiento por el problema ya mencionado, sin embargo, esta persona nos dio un poco de esperanza y nos sugirió acércanos al gerente de la empresa de boletería. Allí estuvimos explicando la situación y persuadiendo a través de la palabra con el fin de obtener lo que queríamos. Finalmente lo logramos, entramos y apreciamos un show carnavalero inigualable.

Las cosas no salieron como se tenían previstas, pero la experiencia que obtuvimos de aquel fatídico día es inolvidable, junto a los recuerdos de la fiesta, porque aunque hasta último minuto no sabía si podía asistir, cada esfuerzo valió la pena.

Este es mi mejor recuerdo de carnaval y el más reciente. Hoy en día aun puedo sentir la emoción que sentía cuando bailaba con mucha alegría el Mapalé o cuando festejaba al Checo Acosta mientras cantaba. Todo esto con mucha gente a mi alrededor, gente que no conocía y que con mucho ánimo en algún momento de la noche terminamos juntos celebrando al cantante en turno como si fuéramos un grupo de amigos conocidos de toda la vida.

Esto es el carnaval, una fiesta en la que no hay enemigos y a lo mejor tampoco hay desconocidos, porque todo es alegría y todos somos amigos; cuando el calor tan propio de la costa no molesta y el sol no quema. En estos días festivos el corazón late contento y hasta baila al ritmo de la música, porque esta fiesta tan “bacana” se ha convertido en un sentimiento inexplicable porque, sin lugar a duda, es necesario vivirlo para entenderlo.

Hoy por hoy con mucha tristeza, los amantes del Carnaval deben adaptarse a la realidad, a lo que hoy en día es normal. Así que la nueva versión del tan aclamado festejo es un reto para los dirigentes del Carnaval de Barranquilla, pues deben ofrecer algo similar a lo que por muchos años había sido tradición.

Como lo mencioné anteriormente, el Carnaval es algo que se lleva en el corazón, de modo que, el verdadero carnavalero puedo celebrar la fiesta y hacer de su casa un carnaval.