¿Cuántas veces no has escuchado a alguien decir: “vístete como una niña, así pareces hombre” “deberías ser más femenina al vestir”?
La sociedad ha impuesto reglas acerca de todo, para nadie es un secreto, y claramente esto no es de hoy o de años pasados, se trata de siglos atrás. Pero actualmente la sociedad está despertando, pues las cosas han cambiado y las mujeres se sienten más libres de hacer y ser lo que deseen.
Esta libertad con la que contamos hoy, es gracias a aquellas quienes lucharon por la igualdad de derechos civiles en época de la Revolución Francesa, también es gracias a las que murieron quemadas en una fábrica de Estados Unidos un 8 de marzo por luchar por el trato laboral que recibían en ese entonces. Es gracias a quienes batallaron por derechos en el campo familiar, los derechos de las embarazadas o libertades individuales. Se debe también a las que impusieron modas y estilos de vestir que en su momento rompían con lo “femenino”.
Al estudiar historia se conoce o descubre que las mujeres tenían restricciones en su diario vivir, una de estas era su vestimenta, entonces en las imágenes de época las mujeres llevan trajes largos, para luego llevar vestidos un poco más debajo de la rodilla, nada insinuador; y así la moda iba evolucionando, pero siempre acatando las normas que en su momento la sociedad iba construyendo. Por supuesto, la falda fue y es un ícono de la feminidad.
Apropósito, feminidad según la Real Academia Española “‘Cualidad de femenino’: «Era bella, delicada y culta, plena de feminidad» (Hernández Secreter [Esp. 1995])”. Esta palabra junto a la palabra femenino, han sido detonantes para el proceso continuo de imponer actitudes a las mujeres; actitudes que claramente conllevan a más cosas.
Entonces, el tema de la falda trae consigo la forma de sentarse con las piernas cruzadas, algo propio de lo femenino. Y en relación a esto se tiene la forma de caminar, que debería ser elegante y sutil, o la forma de hablar y expresarse “las mujeres no pueden ser vulgares, se ve mal”. Una frase muy propia de la época actual “Con el pelo así de corto pareces lesbiana o machorra”, cuando una mujer lleva el cabello por los hombros o más corto.
Todavía cabe destacar comentarios como “si no sabes cocinar, no te puedes casar” o cuando una mujer declara que no tiene deseos de ser madre “¿cómo no quieres serlo? Ese debería ser tu sueño y propósito en la vida”. Y en este mismo ámbito, hay que mencionar los deberes que, según la sociedad, tiene la mujer en el matrimonio: hacer los quehaceres de la casa como prioridad y de forma secundaria, si es posible, trabajar, pero siempre y cuando esto no interrumpa la principal responsabilidad ya mencionada.
Hay un sinfín de reglas no escritas, pero sagradas que limitan de sobremanera a las mujeres, límites que no son sólo en determinados contextos sino en el diario a vivir. Todas hemos sido víctimas, por así decirlo, de estos límites cumpliéndolos por miedo o porque en realidad nos veíamos impedidas. Sin embargo, hoy es posible afirmar que de eso ya queda poco, es una mancha difícil de borrar, pero con el pasar del tiempo y la lucha, las mujeres se sienten más libres y han decidido dejar atrás estas normas para actuar y ser como quieran.
Y no, no se trata de hacerlo adrede para quienes fielmente creen en “los comportamientos adecuados de las femeninas”, no se trata de ir contra la ley, se trata de vivir como a cada una le plazca sin pensar en complacer a nadie, sino únicamente así misma porque cada una es dueña de su cuerpo y su vida.
Entonces hoy muchas mujeres se depilan si quieren, algunas llevan afro, otras llevan el pelo por la espalda, algunas usan rizos y otras cabello liso. A muchas de ellas no les gusta la falda, otras por el contrario se sienten bien usándolas. Unas son felices vistiendo camisas, mientras que otras aman las blusas y los tops. Es necesario hacer mención a aquellas que no saben cocinar y no les gusta, también hay mujeres que disfrutan la cocina. Hoy es normal escuchar que una mujer decidió no tener hijos y a su vez, escuchar como otra anhela tener uno.
Las mujeres decimos vulgaridades, tenemos profesión o trabajo “de hombre”, vestimos como queremos, hacemos lo que nos gusta y somos como nos gusta. Y, sobre todo, hoy nos sentimos capaces, fuertes y valientes porque, si bien es cierto que la violencia de género está presente y hace parte de la cotidianidad, somos capaces de pelear contra esto y somos fuertes y valientes porque aun siendo víctimas seguimos en la lucha.
La reconstrucción de lo que debería ser la mujer sigue en proceso, pero hoy en esto somos libres y alcanzaremos la libertad por la que cada una en su día a día (de distintas formas), y juntas luchamos.